Ojos de nenúfares y corales,
rubíes de luz, suspiros divinos,
gotas de rocío ¡ay! matutinos,
en pétalos blancos verdes cristales,
engarzado en cuerpos sin rivales,
que, desnuda en los lagos diamantinos,
engendrando va azules torbellinos
en mi negro lago de funerales:
¡Cerradme para siempre vuestras puertas,
no lancéis la red de vuestro incienso,
ni bañéis mis tierras tan desiertas,
pues, aunque sé que mi deseo es denso,
pronto sus flores mustiarianse muertas
soledándome en mi dolor inmenso!