Porque escondiste en la selva el tesoro
bajo los pies del ídolo achatado
con su pequeña boca aletargado
sobre barrosas montañas con oro;
Porque ocultaste sentir tan sonoro
en rostro con saciedad maquillado,
impidiendo el bello vuelo acordado
a las dos negras palomas que adoro;
Porque te asustaron las alimañas
de nuestros cuerpos ansiosas, sedientas
de nuestra sangre por eternidades;
Por ello sembraron los dioses tormentas
en el Mar, donde ¡ay, mi Amor! te bañas
atada para siempre a soledades.